lunes, 18 de agosto de 2008

Capilla del Monte

Sigrid se desprendió de Buenos Aires y vino a encontrarnos a Capilla del Monte, en plena sierra cordobesa. Conformamos un curioso cuarteto, cada loco con su tema. Dulces atardeceres, largas veladas en torno al fueguito de un asado. Desgustamos el chivito de la región y el vino de la tierra. Aunque los paisanos "chupan" el de tetrabrick. Quizás por eso Capilla del Monte sea tierra donde se avistan ovnis... Porque observamos la noche y de los extraterrestres ni rastro (a quién debemos reclamar??). Igual nos faltaba algún tetrabrick... Subimos al cerro Uritorco y tampoco sentimos la "recarga energética" que nos prometieron esos iluminetis del lugar (a quién reclamamos también??). Aun así sí nos sorprendimos, con lo bueno y lo malo del cerro. El pasto dorado que recubría el monte parecían graciosos ramilletes peinados por el viento. Una maravilla. En la mismisima cumbre un chico nos comunicó que ha´bia que pagar para estar allí, porque el cerro era de propiedad privada. Con un poco de labia resolvimos el entuerto pero... pagar porque una montaña es privada nos es tan ajeno que quizás ...

miércoles, 13 de agosto de 2008

San Marcos Sierras

Una noche de bus separaba la capital de nuestro destino: San Marcos Sierras, un tranquilo pueblito en la provincia de Córdoba. Entre risas, complicidades y debates se escurren las horas. Jesús y Fermín me adoptaron como hermana. Amenizamos los ratos con lecturas colectivas, ora anarquía, ora Foucault nos nutren el intelecto, para que fluyan las ideas como lo hace el agua del río.
Y me siento feliz, poque miro a mi alrededor y veo cosas lindas. Lindos paisajes, linda gente. Lindo cómo me siento. Buenos Aires se hizo cálido de repente al aterrizar en Boedo.

Sentirse en casa...

Sentirse en casa es fácil cuando una está efectivamente en casa. Aun así, cuando una viaja, qué necesita para sentirse en casa? Igual calma y tranquilidad, un espacio que ocupar sin sentirse molestando a nadie. Invadir de presencias, imágenes o músicas. Un sofá en el que tumbares y poner una foto en la pared o saltar la canción que esté sonando. Pro igual todo eso tiene que ver con un espacio. Ese espacio que sentía buscar cuando llegué a Buenos Aires. Las ganas de compartir con la familia bonaerense me daban prisa. PIsé Montevideo y en menos de 24 horeas ya cruzaba el Río de la Plata. Aterricé en casa de Lili, pero en breve hice una mudanza ni siguiera planificada a Boedo, que vendría a ser como "El castillo" de toulouse pero a la porteña.
En Plaza de Mayo me reencontré con Jesús y su hermano Fermín. Otro militante de la vida, cómico y dulce. Ambos hermanos son un espectáculo andante, olvídense del teatro o las películas. Visitamos a Regazzoni, un escultor de chatarra, un artista de la soldadura e imaginación liberada que combina aviones y renes descuartizados para dar vida de acero a un sinnumero de animales, insectos u objetos.
Estar con este par de dos y sentirese en casa fue instantaneo. Despues de darle algunas vueltas decidi que si sentirse en casa depende mas de la gente que del lugar, que me iba con ellos...
Pasamos una semana en el torbellino cultural y social de la capital, y en el caos de su transporte (salvado por la guia T, que desentrama la maraña de colectivos para llegar a algun lugar). A veces sí hay donde llegar, como un espectáculo que te deja boquiabierta (Zaranda -Los últimos, los que ríen; Títeres)un cine, un tanguero en un bar con historia, un dentista en la boca, unas madres en Plaza de Mayo, un asado en la terraza, o una bolsonera artesanal en San TElmo.
Entre las cuadras de miles, los miles de cuadras, y los colectivos a cienes y los cienes de colectivos quedan pequeñas islas para el discurrir de lo humano. Lo bueno, lo feo, lo complejo. Encuentros y desencuentros se mezclan en el privilegio de verlo todo desde fuera. Todo cabe.

Cabo Polonio y sus 12 segundos

Carlos decía que dejáramos de creer en las casualidades, que nada es casual. Sea como fuera, lo que está claro es qeu no cesan. La parejita de uruguayos que conocimos en Aguas Claras (Chapàda Diamantina) fue la gota que colmó el vaso y me hizo decidir la ruta de vuelta. Sí, pasaré por Cabo Polonio, me dije. Casual o no, buscando como llegar recibo un mail de Sigrid y Jesús confirmando que sí, que el faro de Cabo Polonio son 12 segundos de oscuridad, como adelantaba Drexler en la canción. Estuvieron unos dìas atrás.
Cabo Polonio es un área protegida y sólo se puede llegar andando o en unos camiones que recorren las dunas. NO hay coches,. Llegar andanto fue una maravilla, el bosque de pino dejaba paso a las dunas de arena blanca, hasta qeu se empezaba a divisar el faro primero y el pueblo después. Debería haber otra palabra para Cabo Polonio, oprque no es un pueblo parecido al tipo de pueblo al ueq nos remite la palabra. Cabo Polonio es un cabo, rodeado de mar y playas. Tiene el cfaro y algunas casitas que lo abrazan. Ranchos, como les llaman acá. Pocas casas, esparcidas por el prado que recubre el cabo. Sin calles, sin aceras. Como si fueran flores silvestres. Ni un alma. A primera vista ni rastro de pousadas, ni siquiera un bar, una proveeduría o un lugar donde conseguir agua para hervir la pasta. Me senté a descansar, a observar, a esperar. A engañar el hambre con algnos crakers que tenia encima. Y ahi apareció Adriana, que me invitó a acampasr junto a su casita d ela acacia, con sus tres hijos. De camino nos sorprendieron las ballenas. Allí estaban, bailando su erótica danza, a menos de cincuenta metros de nosotas. Casi podíamos tocarlas. Nos mostraban caprichosamente la aleta, la cola o un suspiro. Divino espectáculo para despedir el día ue se iba con las ñúltimas luces...
Compartí un par de noches con la familia. Lentos los tempos, humildes los´hábitos. La casa se cobijabva bvajo una acacia de las dunas, con algunas maderas añadidas. Todo sencillo, nada de más. Lo imprescindible para una vida apacible. Sin luz, agual del arroyo, un fueguito por cocina y el espacio para dormir.
Por la noche pude también comprobar que no es la luz, uqe lo que importa en verdad son los doce segundos de oscuridad del faro de cabo polonio.

lunes, 4 de agosto de 2008

A Uruguay por Chuy

Tengo frío en las orejas. Ya bajé al sur, donde el invierno se parece al invierno. Sentada en la frontera de Brasil con Urugay, que divide el pueblo de Chuy en dos, espero a que abran la oficina de cambio. Sin pesos uruguayos no puedo ir muy lejos, así que llevo cuatro horas comparteindo amaneceres con aduaneros y camioneros madrugadores. La decrepitud de la aduana es reconfortante, y oir hablar castellano creo que también. El despertar de las calles uruguayas de Chuy huele a facturas y carne asada, Sabina canta desde la ventanilla de un coche destartalado. El mate está por doquier, ni el volante, el caballo ni el trabajo impiden el termo bajo el brazo, mate en mano y bombilla en boca. Me recordaría a Argentina si no fuera porque acá hierven el agua antes de tomar...

Empezar a "volver"

De Bahia a Rio Grande do Sul (estado brasilero fronterizo con Uruguay) hay un trecho largo. Muchas horas de carretera. Empieza a urgirme salir del paìs porque quien sabe por què motivo no me dieron 90 dìas de visado sino la mitad. Aunque tambièn ya he tenido bastante de Brasil -a pesar de haber visto muy poco. Tiene lindos lugares y buenas frutas. Pero me cansè del arroz con feijão y las complejas desigualdades. Acaso me pesan los kilometros del viaje y se alargan los kilos de la mochila. Asi que decidi volver con paraditas... La primera en Itatiaia, un maravilloso parque natural entre Rio y São Paolo. Es tipo Montseny, pero a escala americana, cubierto de mata atlàntica. Aunque parezca increìble, por primera vez en todo el viaje pude hacer cumbre! y tres en uno... por la trilha dos tres picos. Sol y buen tiempo, como decidiò la asamblea de majaras. La palabra verde se queda corta para definir las tonalidades que vi en la mata, en su interjuego con los rayos del sol. Oi y vi miles de pajaros cuyos nombres soy incapaz de recordar. Desde arriba, vistas espectaculares sobre el valle del Paraìba, y una fina capa de contaminaciòn recordando que el parque natural es el pulmòn de la cidade do aço (ciudad de acero), que alberga la mayor siderurgica del continente. Es por ese motivo que por ac`+a pasa uno de los unicos trenes de Brasil (obviamente, solo mercancias). Cèia, la mujer del camping, nos apadrino a mi y a un italiano-ale màn, preparandonos una cena con cariño para los viajeros solitarios...
Un par de noches curtiendo la tranquilidad del parque, y de vuelta a la ruta. Hasta Porto Alegre. Allì esperaba encontrarme con Pati, una compñera de la uab, pero resultò ser que se habìa mudado de ciudad y de estado... Asi que me encontre con la ciudad. En Porto Alegre se respira otro aire. Màs europeo? Lo poco que vi me violentò menos que otras ciudades brasileras. Algunas curiosidades? Un mercado maravilloso, muchas iniciativas culturales, mergulho por librerias de viejo y bibliotecas populares... y una tienda de la reforma agraria (donde vendìan productos de la tierra de los sin tierra).
Y me despido de Brasil con un granito arena de los "Capitães de areia" de Jorge Amado... (sobre los niños de la calle, a principios del S. XX)
Despuès Sin-Piernas se quedò mucho tiempo mirando los niños que dormìan. Alli habìa màs o menos cincuenta niños sin padre, sin madre, sin maestro. Tenian la libertad de correr por las calles. Llevaban una vida no siempre fàcil, arreglando algo de comer o que vesir, ora cargando una maleta, ora hurtando carteras o sombreros, ora amenazando hombres o a veces pidiendo limosna. Y el grupo era de màs de cien chicos, pues muchos otros no dormìan en el allmacèn. Se esparcìan por las puertas de los rascacielos, en los puentes, en los barcos, o en la arena del Puerto de la Leña. Ninguno de ellos se quejaba. A veces morìa uno de una molestia que nadie sabìa tratar. Cuando morìa venìa el padre Josè Pedro, o la mano-de-santo Doña Aninha, o Querido-de-Dios, por si le podìan conseguir algun remedio. Nunca, aun asi, era como un niño que tiene casa. Sin-Piernas andaba absorto en sus pensamientos. Y pensaba que la alegrìa de aquella libertad era poca para la desgracia de aquella vida.
(...)
Todos buscaban cariño, cualquier cosa fuera de aquella vida: Profesor en aquellos libros que leìa la noche entera, Gato en la cama de una mujer de la vida que le daba dinero, Pirulito en la oraciòn que lo transfiguraba, Barandão y Almiro en el amor en la arena del puerto.
Sin-Piernas sentìa que la angustia lo tomaba, y que era impsible dormir. SI durmiera volverìan las pesadillas de la càrcel. Querìa que apareciese alguen a quien pudiera torutrar con palabras. Querìa una pelea. Penso en ir a prender un fosforo en la pierna de alguno que durmiera, pero cuando vio la puerta del almacen sintio simplemente pena y unas ganas locas de huir. Y saliò corriendo por el arenal, corriendo sin rumbo, huyendo de su angustia.

lunes, 28 de julio de 2008

Chapada Diamantina... diamante (en bruto?)

Los portugueses y otros inmigrantes llegaron a la Chapada para extraer sus piedras preciosas. Los garimpeiros lenaron la naturaleza de trilhas (caminos) que años después trillaron los turistas, guiados (previo pago) por los hijos de los garimpeiros. Todo se transforma. El inmigrante despojaba la naturaleza, el nativo despoja al turista. Agridulce transacción para achicar la deuda histórica. Lençóis es una villa rodeada de verdes morros y lindas cachoeiras (cascadas). Algunas calles entretejidas con calzada de piedras, dos de ellas y la plaza acribilladas de bares y tiendas de lembranças artesanales.
Remontar el río Lençóis por sus poços (gorgs) y sus cañones de cascadas y cuevas de arenas multicolor fue como despertar de la letargia de hastío cosechada en Salvador. Para los musulmanes, la meca es lo que la cachoeira da fumaça es para los gringos qeu llegamos a Lençóis. El laberinto para evitar un guía oficial es difícil de describir. Viven infundiendo el miedo y vendiendo la seguridad (siguiendo la más clásica estrategia neoliberal). Pero si uno no planifica, las cosas surgen. Así conocimos a Carlos, con quien fuimos al Vale de Capão, previo paso por Aguas Claras. CAmpamento completo con inventos de McGiver para suplantar el olvido de los palos de la tienda, y un fueguito para dar calor a la velada que compartíamos con otra parejita de uruguayos que encontramos allí. Las palabras de Carlos brillaban como unas estrellas más en la noche. Nos dobla la edad y es uruguayo desde el exilio. Militante precoz, con 13 años ya leía y entendía "El capital". Después que su participación en el partido comunista le llevaran a la prisión, la rabia por la tortura recibida le llevó a los tupamaros (grupo de guerrilla urbana). La muerte de su compañera en un tiroteo con la polic~ia fue la gota necesaria para colmar el baso y pasar de la lucha armada a la búsqueda espiritual -pasando por el candommblé, el chamanismo amazónico, la magia de la naturaleza y la química de los para~isos artificiales. En su vida estudió mucho (porque decir todo es demasiado) y trabajó más (actor, enfermero, ladrón de coches, oficinista, artesano...). Enviudó tres veces. Quizás por todo eso sus ojos tristes sonríen apacibles, mientras su mirada desvela haber conocido lo amargo. FUe un gusto conocerlo.